BARCELÓ

03 noviembre 2008

SEGUIMOS COMIENDO EN SINGAPUR

Hoy os voy a copiar el artículo que sobre su experiencia culinaria en Singapur han publicado en su blog dos viajeros, Carol y Al, una madrileña y un catalán, que en su viaje por Asia, Australia y Nueva Zelanda descubrieron un pequeño país con una gran cultura.
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Una de las pocas cosas que sabíamos de Singapur antes de aterrizar aquí era que su gastronomía es de lo mejorcito de Asia, que no es poco decir. En el avión ya empezamos a salivar, y en cuanto dejamos las maletas en el hotel y dormimos un poco salimos corriendo a buscar las delicias gastronómicas prometidas por las calles de Singapur. Después de dos meses de fastfood australiano y de food-courts de tres al cuarto la idea de un buen plato de lo que fuera recién cocinado nos parecía algo así como el paraíso, y la boca se nos hacía agua. Total, que hicimos tanto apetito que cuando pasamos por el restaurante español "The Tapas Tree" en el barrio colonial, no pudimos evitar entrar. Pero es que tenían patatas bravas, y gazpacho, y pan con tomate, y croquetas, y lenguado... y muchísimas cosas más que no pudimos pedir por falta de presupuesto. Nos gastamos poco más de veinte euros por cabeza, nuestra comida más cara desde el restaurante ninja de Tokio, pero la verdad es que valió muchísimo la pena. ¿Y que tiene eso que ver con la gastronomía singapureña, diréis? Pues más de lo que parece. En primer lugar, porque la gracia de la comida de Singapur es que Singapur es tan pequeño que no tiene prácticamente gastronomía propia, sino que ejerce de "concentrador" de todas las cocinas de Asia y del resto del mundo. Y en segundo lugar, porque el restaurante era realmente bueno, y eso es la primera vez que lo vemos en un restaurante "español" fuera de España. En realidad, estaba bastante por encima de la media de los restaurantes españoles similares. Las bravas recién hechas, las croquetas buenísimas, el gazpacho aparentemente casero.

Aunque seguíamos con el gusanillo de la comida asiática: el tofu, la crema de coco, el pan de gambas... al día siguiente (ese día no cenamos de lo mucho y lo muy tarde que habíamos comido) volvimos al ataque. Y acabamos en un italiano que encontramos en el parque de atracciones de Sentosa, al lado de la playa. Imaginaos, el epicentro de los domingueros de Singapur, en un restaurante de playa, barato y, para más inri, "italiano". Pero era lo único que teníamos a mano... Era eso o el Ibiza Restaurant. Así que nos sentamos aún sabiendo que nos iban a poner espaguetis recalentados o pizza grasienta. Pero las cosas en Singapur no funcionan como en el resto del mundo, y lo que nos sirvieron estaba de nuevo magnífico. Sorpresa total. Luego vimos que los cocineros, que en el mejor de los casos se relacionaban con Italia porque sus antepasados recibieron a Marco Polo en la corte de Kublai-Kan, hacían los ravioli a mano a medida que los clientes iban pidiendo. Y de ahí para adelante todo igual, aunque ya en plan asiático de verdad, y por nuestra parte ajustando más el centimo de dolar. Esto último no ha sido para nada un problema, porque en Singapur se puede comer muy bien por 3 o 4 euros en los "Hawkers", que son los cuchitriles locales, herederos directos de los carritos de comida de las películas coloniales, pero ya sedentarios y centralizados en plazas.
Dentro de los Hawkers, que desde fuera son fáciles de confundir con mercados, cada minilocal dispone de varias especialidades distintas: zumos, comida china, vegetariana, halal, pollo, noodles, sopas, etc... Los clientes piden en el local que quieren y se sientan en las sillas plastiqueras comunes, de forma que cada comensal puede elegir entre cientos de platos distintos, a cual más bueno y barato (de 2 € para abajo el plato). Algo así como los foodcourts de los centros comerciales, pero menos asépticos y con comida auténtica en lugar de hamburguesas prefabricadas o fideos recalentados. Por la cantidad de hawkers que hay y lo llenos que están siempre, deducimos que son lo más "propio" de la cocina singapureña, y por lo que hemos leído no son exclusivos de las clases bajas ni mucho menos. Por otra parte, aunque se ven muy cutres, parece que las medidas higiénicas en Singapur se siguen más a rajatabla que en otras regiones asiáticas, por lo que comer en sitios "poco fiables" no resulta peligroso. Y cruzamos los dedos.

Entre hawker y hawker nos hemos pasado por infinidad de centros comerciales y sus respectivos foodcourts, y hasta en ellos hemos comido bien. El número y variedad de restaurantes es realmente increíble, y por lo que hemos podido comprobar la competencia es tan fuerte que el que no llega a unos mínimos de calidad queda automáticamente fuera del mercado. Los platos suelen ir asociados a su lugar de procedencia, que tiene que ser lo suficientemente exótico como para llamar la atención, lo que lleva a situaciones un tanto extrañas, como el restaurante especializado en "Typical Japanese Pasta and Pizza" que vimos en el metro o el que tenemos al lado del hotel actual, el "Hong Kong Style", en el que puedes encontrar curry indio "recién traido del barrio indio de Hong Kong" o hamburguesas americanas al estilo Hong Kong (¿?).



En nuestro menú ya tenemos unos cuantos platos favoritos. Para desayunar, tostadas de pan casero con margarina y kaya (una mermelada de leche de coco y huevo) y milo (como el colacao, pero con cientos de vitaminas extra). A media mañana un zumito de caña de azucar, que te hacen al instante metiendo una caña por una trituradora de la que sale, por una parte el zumo, y por otra el residuo de la caña. Más natural imposible, y buenísima. Para comer un carrot cake, que ni es naranja, ni es dulce, sino más bien parece una tortilla algo picante. A media tarde un roti prata (parecido a un croissant plano al estilo indio) relleno al gusto y acompañado de curry ,o un rojak, la ensalada de frutas con salsa picante y masa de gamba típica de la zona. Y para cenar, chicken rice, el plato nacional singapureño (con permiso del cangrejo con chili, el laksa o el Char Kway Teow, que no hemos probado aún, y que probablemente yo no probaré).

No queremos ni pensar lo que hubiéramos podido comer si hubiéramos tenido un presupuesto más holgado, más que nada por no engordar demasiado. Gracias Carol...

1 comentario:

Anónimo dijo...

En mi opinión, las mejores maneras de conocer un país, fuera de las guías turísticas, es conocer gente común y corriente del lugar y la otra (infalible) comer su comida SIN PREJUICIOS. Puede ser que algunas cosas nos gusten más que otras, pero recordemos que para que ese pequeño plato que tenemos frente haya logrado ser representativo de un lugar, han tenido que pasar cientos de años y muchas más bocas, para que esa alquimia sea probada por nosotros. Un bocado no es un bocado, es parte de un país que, a partir de ese instante, forma ahora parte de nuestro propio organismo.