Cuando la mayoría de los países apuesta por el desarrollo de agrocombustibles, Singapur invierte en la investigación y desarrollo de los biocarburantes de segunda generación, hechos a base de residuos agrícolas y forestales.
Aunque los biocarburantes de segunda generación no son de momento una realidad comercializable, Singapur persigue convertirse en el principal centro asiático de fabricación y comercialización de nuevas energías limpias.
En Singapur creen que los biocarburantes creados a partir de cultivos específicos no pueden ser viables a largo plazo, según se deduce del último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) que ha llevado a influir en ser uno de los factores de la actual crisis alimentaria a nivel mundial.
'Ahora mismo, toda la región se centra en los biocarburantes de primera generación, pero lo que nosotros queremos es liderar para Asia la fabricación de biocombustibles de segunda generación', según dice Julian Ho, director del Servicio de Investigación de Energías del Departamento para el Desarrollo Económico de Singapur.
Por lo general, son considerados biocarburantes de primera generación aquellos que se producen a partir de cultivos como la caña de azúcar, el maíz, la palma de aceite, y que se comercializan como etanol para ser añadidos al carburante convencional.
Los biocarburantes de segunda generación se elaboran a base de productos que no son alimenticios, como la celulosa, la jatrofa o piñón de empate y la leña, y pueden reducir la emisión de partículas de carbono hasta por encima del 90 % si el carburante convencional lleva una concentración del 100 %, según concluye un estudio de la petrolera holandesa Royal Dutch Shell.
Hasta el momento, sólo unas pocas compañías han tenido éxito en el desarrollo de las tecnologías que se precisan para emprender la producción de biocarburantes de segunda generación con garantías de viabilidad en su comercialización.
El director del Servicio de Investigación de Energías mantiene que, aunque la industrialización de biocombustibles de segunda generación se encuentra en una etapa inicial, tiene un amplio y largo potencial por delant.
'Mientras que en los biocarburantes de primera generación son los recursos agrícolas los que juegan el principal papel, en los de segunda generación es la tecnología, y Singapur la tiene', dijo Ho.
Además del sector privado, el principal fondo estatal de inversiones de Singapur, Temasek, aporta tecnología y financiación para la investigación de los biocarburantes de segunda generación.
En Singapur, una isla-Estado sin yacimientos de petróleo que es el tercer mayor centro mundial de refinado de crudo y sede de una importante industria petroquímica, la industria petrolera aporta cada año cerca del 5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB).
La ubicación geo-política en una región rica en recursos naturales y una fantástica y eficaz infraestructura logística facilita el rápido acceso a las materias primas.
La mayor parte de la materia prima procede de Malasia e Indonesia, que producen cerca de 85 por ciento del abastecimiento mundial de aceite de palma.
Continental BioEnergy, compañía de capital nacional, abrió hace dos años en Singapur la primera fábrica de biocarburantes de primera generación, y ahora produce unas 150.000 toneladas al año, mientras que la alemana Peter Cremer está a punto de iniciar una producción anual de 200.000 toneladas en su nueva planta.
La empresa australiana Natural Fuel, especializada en energía renovable, ha elegido Singapur para elaborar en su nueva refinería 600.000 toneladas de biocarburante a base de aceite de palma y aceite soja.
El Gobierno de Singapur, que el pasado año destinó 240 millones de dólares (154 millones de euros) a la puesta en marcha de un plan de apoyo al desarrollo de energías renovables, estima que la producción anual de biodiesel se situará ligeramente por encima de los tres millones de toneladas en el año 2015.
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