Hasta el próximo día 14, un enorme «elefante espacial», un onírico reloj derretido, un turbador piano de cola del que sobresalen unas piernas, un misterioso unicornio y un mutilado torso femenino sin brazos decoran el distrito financiero de Singapur, junto al río del mismo nombre y bajo los rascacielos que pueblan su «skyline», y la popular calle comercial Orchard Road, donde se congregan las tiendas de las marcas más famosas y los hoteles más lujosos.
En total, diez obras ideadas por Dalí se han fundido con el espectacular paisaje urbano para deleite y sorpresa de sus habitantes, que, tras unos instantes de perplejidad inicial, no dudan en fotografiarse con sus teléfonos móviles junto a las extrañas creaciones del genio de Figueras.
Dichos trabajos forman parte, junto a otras 30 pequeñas estatuas de bronce, de una exposición organizada por la Opera Gallery, que incluye además varias piezas de Picasso, Marc Chagall y Fernando Botero.
Pertenecientes a la Fundación Stratton, que dirige el coleccionista y amigo personal de Dalí Beniamino Levi, todas ellas se encuentran a la venta por unos precios que oscilan entre los 19.000 euros de la «Danza del Tiempo II» hasta los 1,4 millones que cuesta el colosal «Elefante espacial». No en vano, el importe total de la exposición supera los 15,7 millones de euros, que es lo que ha costado el seguro de dichas obras.
«Arte es negocio»
A pesar de tan elevadas cifras, no es de extrañar que en Singapur, una de las ciudades con la renta per cápita más altas del planeta, ya se hubieran vendido piezas por valor de 5 millones de euros a los pocos días de inaugurarse la muestra, según informaba el diario «Straits Times».
Y es que la Fundación Stratton tiene los derechos de reproducción de 30 esculturas de bronce concebidas por Dalí, quien no llegó a realizarlas personalmente, sino que envió los diseños a una forja. De cada una de dichas estatuas, que reciben el nombre de «originales», se pueden efectuar hasta 350 copias de pequeño tamaño para dar lustre al salón de algún adinerado amante de la obra del pintor español.
«Resultan muy atractivas y misteriosas, por lo que no me importaría pagar por llevarme una a casa si tuviera el dinero suficiente», confesaba Dorothy Wang, una joven ejecutiva, frente al unicornio que preside el paseo junto al río Singapur.
Una buena prueba del éxito de la exposición y de la admiración que sigue sintiendo el público asiático por la desconcertante obra de Salvador Dalí, que estuvo a punto de no recalar en la ciudad debido a los tifones y tormentas que han azotado al sureste asiático durante el verano, y que podían haber dañado las esculturas.
Pero, finalmente, el buen tiempo se ha aliado con el maestro de Figueras para que sus estatuas adornen primero las calles de Singapur y, después, las vitrinas de sus vecinos más acaudalados. «Arte es negocio», que dicen por aquí en un refrán que erizaría de satisfacción los puntiagudos bigotes del propio Dalí.
TEXTO DE PABLO M. DIEZ Y PUBLICADO EN ABC
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