BARCELÓ

23 abril 2007

Singapur: ¿qué tanta diferencia?

Realizo un recorrido por los clusters de tecnología de Asia. A través de esa ventana quiero entender por qué hay desarrollo en Asia y se ha perdido en México. Empiezo por Singapur.

Singapur es una economía desarrollada. Tiene industrias, servicios, educación, infraestructura, empleos y vivienda. Es una capital financiera, de comunicaciones y de alta tecnología, a la altura de las mejores del mundo. ¿Cómo fue posible que una isla rodeada de pantanos, en pobreza extrema y dominada por la mafia y los conflictos internos, sea un país con un ingreso per cápita superior al de Estados Unidos?

Encuentro dos razones fundamentales. Una de orden económico. La otra de orden político. En la economía, Singapur tuvo la visión para adaptarse y adelantarse a los cambios en la economía global y la efectividad para alinear en esa dirección todos los instrumentos al alcance de su gobierno. En lo político, ha logrado sostener su estrategia con instituciones honestas y confiables.

La historia económica de ambos países respondió a una situación internacional semejante. En los años 60, Singapur tuvo que abandonar la sustitución de importaciones y descansar en las exportaciones. Por su tamaño no tenían otra opción. Lo hicieron bien. Empezaron con las maquilas de menor contenido tecnológico, pero fueron avanzando rápidamente a las manufacturas y a industrias más avanzadas. Nosotros nos abrimos tarde, de manera abrupta, sin vincular la maquila al desarrollo interno. Sin política industrial.

Ellos se movieron a nuevas industrias y servicios conforme otros países asiáticos se volvieron competitivos. Construyeron y aprendieron a administrar el mayor y más eficiente puerto marítimo del mundo. Conectaron a su país con el mejor aeropuerto y línea área. Desarrollaron su capacidad de refinación de crudo y una sofisticada industria petroquímica. Se adelantaron para participar en la industria electrónica.

Conforme fueron cambiando las condiciones externas, se movieron a la siguiente actividad, pero sin abandonar la anterior. Desde el principio establecieron un fondo de ahorro obligatorio -con un porcentaje muy alto de su ingreso- para financiar el desarrollo industrial, mejorar la educación, la salud y la vivienda. Atrajeron a la inversión extranjera, pero le fueron imponiendo condiciones que los beneficiaron. El actor principal fue y sigue siendo el Estado.

El Estado, en Singapur, se sostuvo en un régimen autoritario, pero eficiente y honesto. Los servidores públicos son respetados. Cuando llegan a presentarse casos de corrupción, se actúa de inmediato.

Etapa por etapa, han sabido reaccionar. Con visión se adelantaron para hacerse de empleos cada vez mejores y de tecnologías cada vez más avanzadas. Cuando se agotó la maquila ya estaban en las manufacturas. Después en las industrias de punta y en los servicios más rentables. Ahora, en la era del conocimiento, están haciendo una gran apuesta en favor de la biotecnología y las ciencias de la información.

Biopolis y la Universidad Tecnológica de Nanyang están en la punta del conocimiento. Por un acceso limitado a recursos humanos altamente calificados, han decidido traer a sus centros de investigación a científicos del mayor renombre mundial. Están casi a la par de lo que se hace en Boston o en San Diego.

Mientras Singapur, en cuatro décadas, pasó del tercer al primer mundo, México ha perdido en posición relativa. No vinculó la maquila con el desarrollo interno. Desmanteló su Estado. No logró incrementar su ahorro interno. Descuidó su educación. Abandonó su infraestructura. Relegó su ciencia y su tecnología. No corrigió la corrupción. No se preocupó por defender los empleos y las condiciones de vida de los mexicanos. En todos los indicadores de productividad y bienestar, México dejó de ser una historia de éxito. Hasta en la política, los avances logrados en la democracia están cuestionados.

Nosotros no podemos repetir la historia de éxito económico de Singapur, pero sí podemos -en ese espejo- reconocer nuestros errores y falta de visión. Deberíamos regresar a lo fundamental: instituciones sólidas que promuevan el desarrollo y una estrategia que dé al trabajo, al ahorro, a la educación y a la ciencia el lugar que han perdido. ¿Hay otro camino?

Editorial d Manuel Camacho Solís en EL UNIVERSAL de México
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista

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